El fuerte invierno que estamos terminando de experimentar, demuestra que sin los humedales y un buen manejo del sistema hídrico, las inundaciones siempre serían una constante.
Mientras en muchos barrios de Bogotá, cientos de familias sufrieron la fuerza del agua debido a la gran cantidad que cayó en esta temporada, en otros espacios urbanos el evento no pasó del susto al observar que en un humedal cercano el agua llegara hasta el bosque ubicado en la zona verde de protección, contiguo a varias casas. Ese fue el caso del humedal de Córdoba, que recibe el agua lluvia de más de 2000 hectáreas del norte de la ciudad. En la medida que ésta zona se densifica sin control, en área y en altura, el flujo de agua será cada vez mayor. Se requiere que la ciudad tenga más humedales para que el agua se desborde, porque los espacios que tenemos se están quedando cortos en su capacidad para amortiguar crecientes.
Si no fuera por el buen estado de conservación del humedal de Córdoba, por la presencia de grandes parches de vegetación acuática y terrestre que funcionan como esponjas y retienen el agua, por los espejo de agua permanentes y por el área terrestre circundante, muchas casas de los barrios vecinos se habrían inundado.
Aunque sí fue muy evidente, que se presentaron pulsos de agua y niveles muy altos de pluviosidad, que hicieron ver insuficiente la capacidad de los canales de la microcuenca (Córdoba, Callejas, Molinos y Contador). Algunos como Molinos se desbordaron sobre la zona verde que lo rodea, muy parecido a lo sucedido con el fenómeno de la niña en los años 2010 y 2011. No es sostenible que la ciudad continúe creciendo y endureciendo el suelo, y que cada vez haya menos humedales en donde el agua, en los períodos invernales, pueda extenderse y ser absorbida. Pasaron trece años desde la aprobación del POT (decreto 190 de 2004) y no se creó ningún humedal artificial, como está norma le ordenaba a la Empresa de Acueducto y las autoridades ambientales que lo hicieran. Pero sí fueron rellenados y desaparecidos decenas de humedales a lo largo del cauce del río Bogotá, sin consecuencia alguna para los infractores.
Gracias al humedal de Córdoba los vecinos de los barrios circundantes podemos estar tranquilos, porque este ecosistema todavía cumple con su función natural de retener el exceso de agua en invierno y soltarla en tiempo seco. Muy diferente al mal momento que viven miles de Bogotanos todos los años, pero no por la “furia de la naturaleza”, sino por la indiferencia y mala planeación de quienes han administrado esta ciudad por décadas.