Desde hace diez meses, el ingreso de agua contaminada en los humedales de Bogotá está legalizada, dejando de ser un hecho negativo a ser una realidad que, al parecer, ya no debería ser corregida como corresponde para contar con un ambiente sano.
Fue el regalo de fin de año que nos dejó la Secretaría Distrital de Ambiente, para que ahora sí contemos con una “mejor calidad” de agua en el sistema de humedales de Bogotá. Se hizo realidad con la resolución 3964 firmada el 31 de diciembre de 2019, no se sabe si entre cena y copas, pero sigue estando allí para que se cumpla, a pesar de ser contraria a tratados internacionales, normas nacionales, distritales y fallos de las altas cortes.
La fauna acuática, representada en aves, peces, ranas, insectos, crustáceos, entre otros, es decir los que logren sobrevivir en este revuelto de veneno orgánico y químico, sigue estando en peligro de desaparecer. Porque con esta oscura resolución, se conmina en silencio a la Empresa de Acueducto de Bogotá a no hacer nada para eliminar los vertimientos directos e indirectos que irrigan con su hedor el hábitat natural de decenas de especies endémicas, residentes y migratorias.
¡Gracias a la autoridad ambiental por su granito de arena! Aunque se presumía que poco duraría esta norma en la administración del partido verde. Pero la verdad es que al día de hoy, allí continúa vigente.
Hoy las aves acuáticas endémicas están cada vez más diezmadas en los humedales bogotanos, algunas a punto de desaparecer del paisaje urbano, y las migratorias, desde septiembre están llegando para tratar de sobrevivir seis meses entre las aguas putrefactas, hoy reglamentadas como de buena calidad por la anterior administración y, al parecer, con el visto bueno de la actual.