La Sabana de Bogotá cuenta con una especie acuática muy singular presente en sus humedales, no sólo por su belleza y sonoridad, sino porque sin importar que el agua este limpia o contaminada, casi siempre allí estará.
Es, en muchas oportunidades, el ave que un visitante que llega por primera vez a un humedal logra observar o escuchar, siempre es confundida con un pato, pero se trata de una gallina de agua o polla acuática. La tingua de pico rojo (Gallinula galeata) es la protagonista de la que hago referencia. Sin duda también fue mi primer avistamiento, cuando hace diecinueve años descubrí el humedal de Córdoba.
Su llamado es inconfundible, de fuerte tonalidad y en cierto modo alegre y “burletero”, como dice un amigo observador de aves. Cuando un humedal ya no cuenta con ella se podría decir que su situación tocó fondo. Por ejemplo, en el humedal de Tibanica ya no se escucha ni se observa, muy triste realidad, y no se debe a la contaminación del agua sino porque se secó desde el año 2015 y las entidades encargadas de su conservación aún no hacen lo que se requiere para devolverle su vitalidad. Sin agua un humedal pierde su esencia y función, y entre mayor calidad tenga ésta, tendrá mayor oportunidad de sobrevivir en tiempos largos y de seguir ofreciendo el privilegio de encontrarse con la Tingua de pico rojo, y con muchas otras especies de gran valor ecológico y de impacto en la memoria social.