Un gran espejo de agua, rico en especies de aves acuáticas (migratorias y residentes), rodeado de una densa y rica vegetación, es desde hace dos años la zona más frecuentada por vecinos y visitantes, en el humedal de Córdoba.
Me refiero a la zona media de este ecosistema, o sector 2, la cual se ha convertido, gracias a su tranquilidad y seguridad, en un oasis para disfrutar de la vida silvestre. Estar cerca de un paisaje acuático es sin duda una experiencia de gran relajación, más aún cuando allí la vida revolotea por todos sus rincones.
Entre toda esta armonía hay un elemento construido que puede alterar gravemente ese paisaje que tanto nos atrae, se trata de una estructura en concreto, cuya función consiste en retener el agua y sólo dejarla pasar cuando haya exceso, es decir se trata de un dique. La contradicción consiste en que esta obra de ingeniería construida a finales de 2014 hace todo lo contrario, porque funciona como un coladero por el cual se filtra el agua del humedal hacia el canal Córdoba y en época de verano el nivel de agua ha bajado hasta en 50 cm. Es decir no esta cumpliendo con el cometido para el cual la Empresa de Acueducto de Bogotá (EAB) destinó millones de pesos para su elaboración, así lo denunciamos recién terminada la obra, a través del comité de veeduría desde el año 2014. Con ello, logramos a finales de 2015 un acuerdo con la EAB para la contratación de un estudio de ingeniería para determinar por qué quedo mal hecha la estructura, incluyendo una reserva presupuestal para su arreglo.
Resulta que esta consultoría va a completar un año y a la fecha ni siquiera ha elaborado el diagnostico, el cual debió estar listo en junio de 2016. Se trata del contrato 2-02-24300-0908-2015, con la empresa 2C-Ingenieros S.A., por un valor de $164.365.000 millones, con un plazo de 6 meses. No se ha logrado una respuesta seria de parte de la EAB, y la estructura cada vez está más deteriorada y con más filtraciones. El riesgo esta en que el gran espejo de agua del sector dos pierda tanto líquido que afecte la flora y fauna acuática allí presente, causando un grave daño ecológico y hechando al traste el trabajo de conservación y recuperación de dos décadas. De hecho, ya hay un detrimento patrimonial porque el dique desde el momento de su entrega ya estaba fallando, sólo se espera que detrás de esos dineros que se los llevó el agua, no se vaya además la vitalidad del humedal.